Trabajo, papeles y otros vía crucis
Desde que llega a España, una mujer migrante tiene que tejer su vida con hilos muy diversos. Para cada cual es diferente, según se trencen la situación laboral, administrativa y familiar. Pero son muchos los elementos que limitan el acceso a derechos humanos, como el derecho a la salud, a un trabajo digno, a una vida libre de violencias o el acceso a la justicia.
Las dificultades se suman y se multiplican, empezando por el ámbito laboral: las dificultades para conseguir una autorización de trabajo, la descualificación a la que abocan las trabas burocráticas para homologar títulos, el desconocimiento del entorno, la persistencia de estereotipos racistas, la falta de contactos en sectores profesionales afines a su formación, las responsabilidades de cuidado de hijos e hijas…
Todo ello cierra las posibilidades, abocando a las mujeres migrantes a sectores laborales caracterizados por la precariedad, la temporalidad, la intensidad y los bajos salarios. Esto les impide tener una vida autónoma, sobre todo si son madres. En muchos casos, se trata de sectores como la limpieza, el empleo de hogar, los cuidados, la hostelería o la agricultura, caracterizados por una gran economía sumergida: si entran en ella, las mujeres no pueden acceder al alquiler de una vivienda a su nombre, y depender del agresor para tener un techo es un elemento de peso en las decisiones para salir de la violencia.
La irregularidad supone una mayor vulnerabilidad a la violencia de género, en la medida en la que se convierte en un factor disuasorio de cara a denunciar, y aumenta además el aislamiento y la dependencia de las mujeres respecto a sus agresores.
Tirar del hilo: historias de mujeres migradas
supervivientes de violencia de género